lunes, 5 de febrero de 2018

Fragmento artículo del NÚMERO 1


                                 La música [1]
             
                                                              Gérard Pommier


            Con pequeñas pinceladas, Freud arriesgó algunas observaciones a propósito del orgasmo. Sus alumnos no dijeron mucho más[2], como si hubiera existido una dificultad para hablar de ello. ¿Dónde documentarse? Si bien la literatura pornográfica y erótica existe desde hace tiempo, sobre todo ha sido escrita para el solitario que, como lo dice el adagio, sólo lee con una mano. Y esta literatura, principalmente destinada a los señores, se acantona en un erotismo siempre preliminar. Las descripciones son aproximativas, y se interesan más por la excitación que por su resolución. Acerca de la excitación pueden leerse toneladas. Pero poca cosa sobre el orgasmo. Sade, por ejemplo, habla pesadamente de “descarga”. ¿Pero puede escribirse ese instante? En todo caso, incluso antes de haberlo intentado, casi siempre ha sido prohibido, mientras que todo el mundo piensa en ello y se esfuerza por alcanzar este límite con mayor o menor fortuna[3]. Sólo una literatura de vanguardia, la de Breton, Bataille, Blanchot, Leiris y algunos otros, han mostrado la proximidad entre la sexualidad, la transgresión y la pulsión de muerte, en obras en las que los psicoanalistas podrían inspirarse, dada la escasez de sus propios trabajos.
            Con la postmodernidad, el erotismo y la pornografía han llegado a ser una banalidad, hasta el punto de que sería difícil definir la transgresión. En cualquier revista se explica cómo alcanzar el orgasmo, norma ideal de una sexualidad civilizada. ¡Extraño ideal, si uno debiera atenerse a esas recetas, tan alejadas del “infracassable noyau de nuit”[4] evocado por Breton! Algunos libros constituyen una excepción, entre ellos el de Yukio Mishima, La música (1964), en el cual no duda en hablar en nombre del psicoanálisis, como si se hubiera dado cuenta de la liviandad de los alumnos de Freud en este tema. En efecto, el héroe de la novela, al menos el que habla en primera persona, es un psicoanalista de Tokyo, Shiomi Kazumori. La joven que acompaña al personaje central de la novela, Reiko, se queja de su frigidez (¿pero se queja realmente?) El subtítulo indica que se trata de “un caso de frigidez femenina observada en psicoanálisis”, y por tanto, como advierte el editor, de un estudio científico basado en hechos reales. Sin embargo, a pesar de esta cientificidad anunciada, raramente encontramos bajo la pluma del autor el término poco poético de orgasmo, sino sobre todo el de “música”, de una música que puede ser oída o no, tocada o no. Es un goce oído tanto como emitido. Lo esencial es así enunciado de entrada en la sencillez del título: un sujeto toca o no toca esta música, que siempre  es exterior a él, que le viene a su pesar. Le ha sido necesario primero oírla de Otro deseo, antes de reaccionar a él en su propia impersonalidad.


[1] Artículo publicado en francés en la revista La clinique lacanienne, n 11. Traducido por Graziella Baravalle

[2] Considerando al orgasmo como una potencialidad fisiológica, Reich mismo se desmarcó del punto de vista psicoanalítico.

[3] Hace unos 50 años todavía, escritos que hoy parecerían apenas licenciosos, estaban prohibidos en Francia, país sin embargo liberal en esta materia. Lolita de Nabokov fue censurada durante un año, y el marqués de Sade sólo salió de la oscuridad a fines del milenio, después de muchas luchas de su editor con la prefectura de policía.

[4] irrompible núcleo de noche”