Con pequeñas pinceladas, Freud
arriesgó algunas observaciones a propósito del orgasmo. Sus alumnos no dijeron
mucho más[2],
como si hubiera existido una dificultad para hablar de ello. ¿Dónde
documentarse? Si bien la literatura pornográfica y erótica existe desde hace
tiempo, sobre todo ha sido escrita para el solitario que, como lo dice el
adagio, sólo lee con una mano. Y esta literatura, principalmente destinada a
los señores, se acantona en un erotismo siempre preliminar. Las descripciones
son aproximativas, y se interesan más por la excitación que por su resolución.
Acerca de la excitación pueden leerse toneladas. Pero poca cosa sobre el
orgasmo. Sade, por ejemplo, habla pesadamente de “descarga”. ¿Pero puede
escribirse ese instante? En todo caso, incluso antes de haberlo intentado, casi
siempre ha sido prohibido, mientras que todo el mundo piensa en ello y se esfuerza
por alcanzar este límite con mayor o menor fortuna[3].
Sólo una literatura de vanguardia, la de Breton , Bataille, Blanchot, Leiris y algunos
otros, han mostrado la proximidad entre la sexualidad, la transgresión y la
pulsión de muerte, en obras en las que los psicoanalistas podrían inspirarse,
dada la escasez de sus propios trabajos.
Con la postmodernidad, el erotismo y
la pornografía han llegado a ser una banalidad, hasta el punto de que sería
difícil definir la transgresión. En cualquier revista se explica cómo alcanzar
el orgasmo, norma ideal de una sexualidad civilizada. ¡Extraño ideal, si uno
debiera atenerse a esas recetas, tan alejadas del “infracassable noyau de nuit”[4]
evocado por Breton! Algunos libros constituyen una excepción, entre ellos el de
Yukio Mishima, La música (1964), en el cual no duda en hablar en nombre
del psicoanálisis, como si se hubiera dado cuenta de la liviandad de los
alumnos de Freud en este tema. En efecto, el héroe de la novela, al menos el
que habla en primera persona, es un psicoanalista de Tokyo, Shiomi Kazumori. La
joven que acompaña al personaje central de la novela, Reiko, se queja de su
frigidez (¿pero se queja realmente?) El subtítulo indica que se trata de “un
caso de frigidez femenina observada en psicoanálisis”, y por tanto, como
advierte el editor, de un estudio científico basado en hechos reales. Sin
embargo, a pesar de esta cientificidad anunciada, raramente encontramos bajo la
pluma del autor el término poco poético de orgasmo, sino sobre todo el de
“música”, de una música que puede ser oída o no, tocada o no. Es un goce oído
tanto como emitido. Lo esencial es así enunciado de entrada en la sencillez del
título: un sujeto toca o no toca esta música, que siempre es exterior a él, que le viene a su pesar. Le
ha sido necesario primero oírla de Otro deseo, antes de reaccionar a él en su
propia impersonalidad.
[1]
Artículo publicado en francés en
la revista La
clinique lacanienne, n 11. Traducido por Graziella Baravalle
[2]
Considerando al orgasmo como una
potencialidad fisiológica, Reich mismo se desmarcó del punto de vista
psicoanalítico.
[3]
Hace unos 50 años todavía,
escritos que hoy parecerían apenas licenciosos, estaban prohibidos en Francia,
país sin embargo liberal en esta materia. Lolita de Nabokov fue censurada
durante un año, y el marqués de Sade sólo salió de la oscuridad a fines del milenio,
después de muchas luchas de su editor con la prefectura de policía.
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