miércoles, 4 de abril de 2018

UNA RESEÑA DEL RINCÓN DE LECTURA EN EL NÚMERO 2


                                 
                                  Moustapha Safouan
             « Le langage et la différence sexuelle »
                             Ed. Odile Jacob. París. 2009

                             Reseña: Rosa Navarro Fernández

Moustapha Safouan es un psicoanalista sobradamente conocido. Formado en el seno de la Sociedad psicoanalítica de París, fue miembro de “l’École Freudienne de París”, hasta su disolución. Ha publicado varias obras, entre ellas, Estudios sobre el Edipo, 1974; La sexualidad femenina, 1976; El  fracaso del principio del placer, 1979; El inconsciente y su escriba, 1982; La transferencia y el deseo del analista, 1983; La palabra o la muerte, 1993.

En su obra, “El lenguaje y la diferencia sexual” realiza un recorrido necesario, bien sintetizado, y esclarecedor, a través de cinco cuestiones esenciales respecto al hecho de que el hombre se define como hablante y como sujeto sexuado, y por tanto transitado desde el origen por el deseo.
Cada una de estas cuestiones abarca un capítulo del libro: la elaboración del concepto de “objeto a”, verdadera invención de J. Lacan; sobre la sexualidad femenina, de la realidad sexual al deseo sexual; la cuestión del goce suplementario; la primera identificación al padre; y el lenguaje y la diferencia sexual.

Su primer capítulo, titulado “La elaboración del concepto de objeto a”,  da cuenta del proceso de elaboración de dicho concepto, partiendo de Freud, quien plantea la paradoja del objeto de la pulsión, variable de acuerdo con lo que se reencuentra y siendo siempre el mismo, en cuanto objeto fundamentalmente perdido en todo reencuentro; hasta Lacan, quien hará la aproximación de dicha paradoja y el rasgo que define al hombre como hablante, y que lo llevará a hacer su propia invención, la del objeto a. 
Por tanto nos va a mostrar que la teoría del objeto a representa la consecuencia del descubrimiento freudiano del objeto-causa de la pulsión, a partir del planteo inicial de S. Freud sobre el deseo como efecto del logos y del concepto fundamental de pulsión, que implica  la diferenciación de goce y placer. Y lo va a hacer conduciéndonos a través de las teorías de otros psicoanalistas, Winicott, Ferenczi, Abraham, Anna Freud y M. Klein, señalando la desviación hacia una nueva orientación del psicoanálisis, debido a la confusión entre objeto real, objeto de percepción, sólo distinguible como interior y exterior, y el objeto causa del deseo.
En realidad es a partir de la teoría sobre la represión originaria que se produce el cambio radical sobre el concepto del objeto, cambio iniciado por Lacan, con su modificación de la concepción del lenguaje y con su definición de lo real. Por un lado lo real es lo que se descubre en el interior de un sistema simbólico como aquello que el sistema pone de lado, fuera de su captación, para poder funcionar. Así la significatividad del lenguaje sólo puede funcionar al dejar fuera de su posibilidad de articulación, un objeto que Lacan escribe “objeto a”. M. Safouan señala cómo Lacan pone fin a la mitología del vientre materno y su retorno a él, ya que, en el inicio, de quien es separado el recién nacido, es de una parte de sí mismo. A continuación nos va a conducir, haciendo un repaso de los objetos parciales, hasta llegar al falo y su estatuto particular, pues es gracias al falo que los otros objetos se sexualizan y vienen a marcar al sujeto con el sello de la castración. El falo es otro nombre del padre.

En el capítulo dos, siguiendo la secuencia lógica del anterior, toma el tema de la sexualidad femenina con la finalidad de situar el falo como objeto metafórico (metáfora paterna).  A partir de las dos posiciones encontradas, la de S. Freud, para quien la feminidad es un proceso, y la de E. Jones, para quien una mujer nace mujer, señalando lo que en cada una de ellas no se sostiene, va a dar sobrada cuenta de una tercera posición, la de J. Lacan y sus dos aforismos: “La mujer no existe” y “No hay relación sexual”, esclareciendo a qué se refieren cuando se enuncian de esta manera. De este modo viene a subrayar aquello en lo que para él reside la llamada función fálica, y permite abordar las llamadas fórmulas de la sexuación, que conciernen no tanto a los dos sexos, masculino y femenino, sino a sus deseos, proceso por el cual se explica cómo es que un sujeto, masculino o femenino, pueda llegar o no, a adoptar una posición en conformidad con su sexo biológico.
Para Safouan las tesis de Lacan sobre la formación del deseo femenino y de un goce más allá del goce fálico, el goce suplementario, abren un interrogante: ¿la teoría lacaniana no promueve acaso una figura del goce que se presenta como pura negatividad? Este va a ser el tema a proseguir, el del goce suplementario, abordando en el tercer capítulo algunas observaciones a propósito del “al menos uno”.
M. Safouan acuerda con G. Le Gaufey en descartar la idea, de que la excepción, en oposición a la proposición universal positiva, el “al menos uno” lacaniano, reenviaría a la figura del padre castrador de la horda primitiva. Es más bien la denominación la más abstracta del padre, en tanto que por el hecho mismo de su nombre, juega un papel importante en el inconsciente. Anota cómo Lacan lleva a la desmitificación extrema la figura del padre, al poner al descubierto la necesidad, simplemente lógica, de esta figura, desembocando en “pasar del nombre del padre a condición de servirse de él”.

Con el anterior capítulo, prepara el camino para su siguiente tema: la primera identificación con el padre.
Comienza por aclarar la significación de la Cosa, que Lacan asocia al goce en su texto sobre la ética del psicoanálisis. Lo hace bajo dos ángulos, el de aproximar la Cosa y el objeto a, y en este sentido, la Cosa que cava el vacío central, no sólo mueve a reencontrar el objeto perdido, algo repetidamente fallido donde el objeto siempre se pierde, sino que por esto mismo la Cosa es causa del deseo. El otro ángulo es el de aproximar la Cosa a la madre en tanto que prohibida, en tanto que la ley de prohibición del incesto al operar, hace de la madre un objeto francamente perdido.
Existe una distinción entre la mención de un nombre y el nombre como sujeto de la proposición, es decir el nombre como tal y no lo que dicho nombre designa, así pues la ley de prohibición del incesto está ligada a la existencia del nombre del padre pero más precisamente al lugar que el nombre de este nombre ocupa en las nomenclaturas del parentesco. M. Safouan introduce de este modo la cuestión esencial del nombre del padre  como símbolo, más que como significante, de este modo el peso que la ley de prohibición del incesto tiene en el discurso de la madre, se mide, no tanto por la articulación que ella hace del significante nombre del padre en su palabra, sino por la efectiva separación producida entre su amor y su goce.
El deseo es deseo de la madre, justamente porque ella está prohibida, el deseo es pues la ley en su función de limitación del goce, por eso el levantamiento de esta limitación ahoga toda posibilidad de poner en juego el deseo, del mismo modo que la emergencia de un sujeto. Lo que el sujeto desea es la prohibición misma.
Ante la cuestión de cuál es el padre del cual todos los otros son sustitutos, M. Safouan va a evocar a partir de una cita de S. Freud: “el otro prehistórico, inolvidable, que ninguno logra más tarde igualar”, la figura del padre de la primera identificación, identificación constitutiva de la instancia llamada el ideal del padre, imagen del padre que no dejará de tomar el valor de la excepción, en cuanto imagen no mellada, imagen que no conoce la rotura. Esta identificación llamada por Freud masculina, que es igual para los dos sexos, anuncia la fase fálica.

Y llegamos al último capítulo sobre el lenguaje ordinario y la diferencia sexual, cuyo objetivo como M. Safouan escribe es doble, desarrollar lo que se puede decir sobre el goce femenino y mostrar que el falo como significante de la diferencia sexual se enraíza en el lenguaje ordinario. Así nos va a conducir a través de la particularidad del sujeto, que está tomado por el lenguaje; de la articulación significante que hace al sujeto y a la diferencia del objeto de la demanda de amor y del deseo; del objeto de deseo de la madre; hasta la metáfora paterna. Tanto si el falo es considerado como significante del deseo o incluso como representante de la ley en el psiquismo, es la significación fálica quien funda la sexualidad humana. Dicha sexualidad está regulada por el complejo de castración, donde el falo funciona como índice de una falta radical, que es una falta en ser.
No hay goce que sea a-fálico, el sujeto encuentra el goce, o bien al ser el falo en sus fantasmas, que responden a la pregunta de lo que él es, o bien al tenerlo en el acto sexual. Conviene entonces preguntarse sobre el goce místico, cosa que M. Safouan hace, mediante una interesante ilustración, la del gran místico Hallâj (858-922), y así concluye: “no hay goce fálico y goce a-fálico; hay la alternativa: goce fálico o pulsión de muerte.
Y para terminar esta reseña, espero haber podido con ella despertar el deseo de su lectura, de seguir este recorrido al que M. Safouan no sólo nos invita, sino que nos emplaza con ello a volver una vez más a deshacer certezas y una vez más a preguntarse sobre cuestiones psicoanalíticas fundamentales, a acercarse, en ese volver continuado, con la apertura necesaria, para descubrir nuevas articulaciones, un volver continuado que es y no es repetición, en resumen a seguir buscando.